El misterio de la página

¿Cuál es el misterio de la página?

Los niños pequeños, cuando están aprendiendo a leer, instintivamente nos muestran un aspecto de esto. Ellos abrazan y chupan los libros y manosean sus páginas. Unas de las razones por las que el libro y las páginas son tan importantes es que son táctiles. El libro, un objeto hecho de páginas, está diseñado para ser sostenido con la mano; el pegado está diseñado de manera que las páginas puedan hojearse fácilmente cuando se sostiene abierto. En efecto, un libro es como una extensión de la mano; las páginas, como dedos extras. El aspecto físico de leer un libro, su naturaleza visceral, su apelación a nuestros dedos, así como a nuestros ojos, son fundamentales para la experiencia de la lectura. Esto significa que también son fundamentales para el significado que extraemos de lo que leemos.

El medio usado para presentar un texto influye considerablemente en nuestro entendimiento de, y nuestra actitud hacia, nuestros juicios sobre el texto. Leemos la hoja de un periódico diferente a como leemos un libro; leemos un mensaje escrito a mano en una sola hoja de papel de forma distinta a un folleto; leemos un libro de ejercicios para niños de manera diferente a una monografía encuadernada. Y leemos textos presentados en la pantalla de una computadora de forma distinta a como leeríamos el mismo texto presentado en forma de libro.

[Aidan Chambers, Lecturas, Fondo de Cultura Económica, México, 2006]

Un buen comienzo en el proceso de edición garantizará un buen final

No obstante que el ebook ha ganado más adeptos y se ha posicionado en la preferencia de los lectores, aún la manera de iniciar el proceso de edición de una obra sigue privilegiando la naturaleza física de un libro en papel.

La vertiginosidad y los desafíos de esta era global y tecnológica comienza a obligar a los involucrados en el proceso editorial a concebir obras pensando no sólo en que éstas serán publicadas en formato impreso, sino también digital.

Ante este panorama, es necesario que el proceso con el cual el original entregado por un autor o un traductor comienza a transformarse en libro contemple, desde ese inicio, además de los habituales recursos que posee un ejemplar impreso, las múltiples posibilidades de interactividad que puede ofrecer un ebook.

En otras palabras, un original debe trabajarse y servir para ambos soportes, impreso y digital, con el fin de que los archivos generados para el primero no tengan que adaptarse (muchas veces de manera forzada) —como se hace en esta transición del papel al pixel—, al segundo.

En la actualidad, muchos errores que se originan durante la conversión de un libro provienen de ciertas prácticas que prevalecen en el proceso tradicional previo a la formación. Algunos autores, editores, revisores y correctores piensan que con sólo haber trabajado un texto desde el procesador de palabras —Word— y darle formato, el libro ya está casi listo para publicarse. Dejan colores, enumeraciones automáticas, referencias cruzadas, múltiples estilos propios del software en cuestión, incluso el control de cambios, entre otros atributos, que por lo regular, en vez de facilitar la edición al pasar a otro software más especializado como el InDesign o el Quark_X_Press, crean más conflictos que sólo gente muy especializada consigue resolver.

Ese detalle, desapercibido para muchos, se hereda hacia la formación. Este último paso, además de haber recibido tal herencia, adopta otras prácticas (como el uso de etiquetas y estilos que jamás se utilizan, y que se combinan con los propios del procesador de textos previo; el uso de enters suaves para colocar los llamados guiones duros y separar manualmente determinadas palabras, en función de la ortotipografía, entre otros) que también resultarán nocivas para el proceso de conversión a formato digital.

Es comprensible que los principales actores en el proceso de edición —autores, editores, revisores, correctores— privilegien —y por lo regular ese siempre es su argumento— su atención al contenido y descuiden aspectos técnicos (muchas veces por desconocimiento). Sin embargo, la nueva manera de editar libros exige profesionales integrales, con conocimientos en diversas ramas que se reflejen en la calidad de sus publicaciones.

Los nuevos profesionales deben entender —hoy más que nunca— que un buen comienzo en el proceso de edición de un libro garantizará un buen final.

Este paso inicial siempre ha tenido nombre: preparación de original. Pero muchos desconocen la esencia de este concepto.

Como se sabe, el término original se refiere a la obra de cualquier género que entrega un autor o un traductor para su publicación. Dicho original debe reunir ciertas características editoriales y técnicas que se traduzcan en una mayor limpieza y uniformidad del contenido, que reflejen los criterios de la casa editora que lo convertirá en publicación, y que eliminen posibles fallas en ambos sentidos (técnicos y editoriales) que puedan entorpecer el proceso al pasar a un programa de diseño y edición y, consecuentemente, a conversión digital. En otras palabras, el documento en cuestión requiere ser preparado para formación y conversión; esto es: una preparación de original.

La preparación de original debe cubrir y subsanar los siguientes puntos, divididos en dos grupos: editoriales y técnicos.

 

EDITORIALES

  1. Edición (si la requiere, a petición del editor a cargo).
  2. Revisión y corrección de estilo.
  3. Aplicación de normas y criterios editoriales estipulados por la casa editora que publicará.
  4. Definición de jerarquías temáticas y tipográficas (títulos, subtítulos, etcétera).
  5. Revisión del aparato crítico (bibliografía, notas bibliográficas, fuentes, referencias, etcétera).
  6. Revisión e identificación de referencias cruzadas.
  7. Correspondencia de cuadros, gráficas y otros materiales similares.

Al final, si existiesen problemas que sólo el autor puede componer, deberá incluirse un documento con observaciones y sugerencias.

TÉCNICOS

  1. Eliminar basura (dobles espacios, tabuladores, sangrías, espacios blancos innecesarios, etcétera.)
  2. Sólo utilizar las herramientas básicas del procesador de textos (Word).
  3. No deben emplearse tabuladores para sangrar o centrar líneas, o los efectos sobre los caracteres: tachados, ahuecados, sombreados, etcétera.
  4. Eliminar espacios blancos entre párrafos, salvo cuando en el texto exista una transición narrativa que se representa con aquéllos.
  5. Componer en cursivas, versalitas, negritas, etcétera, los textos que así lo requieran (con base en las normas de cada editorial).
  6. Jerarquizar tipográficamente títulos y subtítulos.
  7. Indicar transcripciones para componer textos a bando.
  8. Dar salto de página para iniciar capítulo y cualquier otro apartado. (O en su defecto trabajar archivos independientes).
  9. Definir si las notas o referencias bibliográficas quedan al pie o al final en una sección aparte, si así lo requiere el proyecto.

En resumen, la preparación de original es una preformación. De su correcta revisión y solución depende la eficiencia y la rapidez de los siguientes pasos en el proceso, tanto para el formato impreso como el digital.

Lo que bien empieza, bien acaba… Hoy más que nunca, esta idea debe prevalecer en el proceso con el que un original comienza a transmutarse en libro impreso o ebook.

Los pasos del nuevo proceso editorial ahora son los siguientes:

  1. Preparación de original, en la que se cubren tanto los aspectos editoriales como los técnicos, sugiriendo en ambos algunos recursos de interactividad.
  2. Formación tradicional, erradicando malos hábitos.
  3. Revisión ortotipográfica en planas, y lectura final o de seguridad (antes se hacían cuatro lecturas: galeras, primera lectura, segunda lectura, y lectura fina o de seguridad).
  4. Cierre de la versión impresa.
  5. Entrega de archivo limpio (pdf) para impresión off set o digital bajo demanda.
  6. Entrega del archivo abierto final de impresión (o también el mismo pdf) para conversión a ePub, fixed layout u otros.
  7. Conversión a ePub o fixed layout.
  8. Revisión en dispositivo móvil o software de lectura.
  9. Aplicación de correcciones u otros cambios.
  10. Cierre final.

Los procesos editoriales de la actualidad

En Mutare somos especialistas en el proceso de concepción y elaboración de un libro, además de otras publicaciones.

Somos proveedores de servicios editoriales, tradicionales y digitales, y publicamos contenidos propios.

Nuestra principal labor es complementaria a la de los editores… Es tras bambalinas, si utilizamos una metáfora clásica, o backstage, si empleamos un término globalizado.

Surgimos de la tradicional forma de cuidado editorial en la que se consideran aspectos tanto estructurales, de contenido y estéticos de una obra, así como la ortotipografía, entre otros, lo cual nos ha dado la base para mutar del papel al pixel.

En el trayecto nos hemos dado cuenta de que el proceso de conversión de un ebook requiere también un cuidado específico, y que no sólo se trata de emular a su contraparte impresa, sino ir más allá, explotando las posibilidades tecnológicas, pero siempre privilegiando la calidad de los contenidos.

Esta labor —la de conversión digital— se ha tornado multidisciplinaria por necesidad, pues además del editor, los encargados del cuidado editorial, los diseñadores, los formadores y otros actores involucrados en el proceso, aunque sería lo ideal, no siempre poseen los conocimientos de lenguaje programático empleado en la digitalización y requieren el apoyo de un profesional en la materia, que a su vez, por el contrario, no cuenta con conocimientos de edición. (Y aunque lo tuvieran, el trabajo es mucho para una sola persona.)

Ante tal circunstancia, dicha interrelación entre especialistas en ciertos casos se transforma en incomprensión mutua que, desafortunadamente, podría reflejarse en el producto final.

Nuestra experiencia en el ámbito de los procesos editoriales nos ha permitido incursionar en un lado y en otro —en ambos lados de la trinchera—, lo cual asimismo nos ha posibilitado comprender —y apreciar— las posturas y los requerimientos de ambos especialistas. Es decir, los editores y revisores sabemos cómo representar ciertas características de una obra impresa en un archivo epub o fixed layout, porque a través de nuestros especialistas en informática y programación aprendimos —y seguimos aprendiendo— a visualizar las virtudes y las limitantes de la tecnología empleada en tales soportes.

Por contraparte, a nuestros conversores los hemos capacitado para que entiendan las características de un libro, así como el lenguaje empleado en su proceso de edición (qué es un colgado, qué es una caja tipográfica, qué es un epígrafe, qué es un bando, una transcripción, un voladito, una sangría, un párrafo francés, qué es una transición narrativa representada por espacios blancos, qué es una jerarquía tipográfica en subtítulos, etcétera), y los traslada a su propia nomenclatura. Con ello tienen más referencias para resolver, representar o considerar elementos de una publicación impresa exigidos por el editor.

Por ejemplo, en un libro de poesía, en el que la métrica es esencialmente inamovible, el editor ya sabe que un epub de texto dinámico no es la opción para tal proyecto, pero entiende que es posible con un fixed layout, valorando, por supuesto, si en términos de costos es viable.

Lo que se pretende con estos ejemplos es decir que quienes intervienen en el proceso de conversión deben tener conocimientos de informática y de edición. Ante esta circunstancia, ha surgido ya una nueva figura que se denomina editor digital. No obstante, debemos insistir en que el trabajo, por necesidad, debe ser multidisciplinario.

En Mutare así lo hemos hecho ya, así surgimos, y seguimos aprendiendo. Nos hemos convertido en especialistas de cuidado editorial en formato impreso y digital. Además, vemos con gusto que otros colegas también han avanzado en ese rubro, lo cual genera más competencia que poco a poco comienza a reflejarse en la calidad de las publicaciones electrónicas aquí en México.

La transición de convertir publicaciones impresas a libro electrónico nos ha planteado retos técnicos y de otra índole —en el caso de Mutare— que hemos podido resolver, pero que consideramos pueden reducirse si los procesos de edición con los que comienza a gestarse un libro se reajustan pensando desde ese inicio —incluso desde que los autores empiezan a esbozar sus ideas— que tal publicación verá la luz tanto de manera física como virtual.

Es decir, sería ideal que los autores, durante su proceso creativo —y conscientes de que su libro muy probablemente también será ebook— empezaran a proponer ciertos recursos de interactividad para destacar alguna idea, algún pasaje u otro elemento que consideren esencial enfatizar.

Y si no es el autor, entonces los editores deben pensar en esas posibilidades (y ya las están pensando). Por ejemplo, supongamos que un libro refuerza su contenido con una serie de fotografías que, además de ser atractivas, al verlas de manera independiente y leer sus respectivos pies de imagen, representen una síntesis ilustrada de la historia contada; esto en el ejemplar impreso. Ahora pensemos que esa idea en el ebook se despliega con sólo darle play a ese apartado y comienza a correr tal historia ilustrada. Se consideró un recurso que sirvió para ambos ejemplares.

Tal vez la adopción de esos nuevos recursos implique asimismo reajustes en los presupuestos que se destinan a los proyectos, pero llegará el momento en que, quien no lo haga, no competirá, simplemente porque vivimos en una era digital.

Finalmente, sería ideal también que el revisor o corrector asignado para comenzar el proceso de edición —una vez que el autor entrega su manuscrito— estuviera capacitado para detectar y proponer tales elementos de interactividad.

La vertiginosidad de los tiempos actuales nos exige que sea de esa manera.

Los editores y los colaboradores de servicios editoriales de las nuevas generaciones ya lo ven así, porque es parte de su contemporaneidad —son nativos de la tecnología—, pero no deben dejar en el olvido los elementos y las formas tradicionales que, por extensión, aún se manejan, para beneficio de sus procesos.

Entre tanto, los editores y colaboradores de servicios editoriales que se han forjado desde las clásicas artes del cuidado de textos —potenciales migrantes de la tecnología— deben adaptarse sin temor a esta nueva manera de empaquetar contenidos. De no ser así, se corre el peligro de sufrir la misma suerte del tipógrafo y el linotipista, figuras emblemáticas de las artes gráficas y de la edición, hoy extintas.

En Mutare nos hemos adaptado a esas circunstancias, y poco a poco hemos estado creando conciencia en nuestros clientes acerca de la necesidad de contar con un proceso de edición integral que, desde el comienzo, se conciba para publicarse en ambos soportes… Siempre privilegiando el cuidado editorial.

De lo simple a lo complejo; de lo tradicional a lo digital…

Sea el formato que sea, en Mutare pensamos que lo más importante son las ideas…